El extraño caso de la gripe asiática

Según la wikipedia, la gripe asiática se inició al norte de China en febrero de 1957, siendo el primer virus aislado en Pekín. De china pasó a mediados de abril de ese año a Hong Kong y Singapur, de donde se difundió a la India y Australia. Durante los meses de mayo y de junio el virus se extendió por todo el Oriente. En julio y agosto, pasó a África y posteriormente a Europa y Estados Unidos entre octubre y noviembre. En menos de diez meses el virus alcanzó una distribución mundial.
¡Un espanto!.

Déjenme hablarles de una de las historietas cortas de Mortadelo y Filemón preferidas por un servidor, La gripe asiática. Una anécdota sencilla (Mortadelo cree que Filemón tiene el temible virus) desencadena una huída del subordinado siempre que su Jefe ronda cerca. Situaciones cotidianas de Filemón que son contrastadas por la reacción de Mortadelo. Una historieta genial.

La verdad es que comprendo la reacción de Mortadelo, pues hay gripes que pegan tan fuerte que a algunos nos duran varias semanas y nos dejan para el arrastre. Muy revuelta debía andar la oficina Bruguera por aquel tiempo para que a Ibáñez le diera por crear una historieta de este estilo, algo alejada de otras propuestas argumentales que venían publicándose en anteriores entregas. Propuestas más relacionadas con el entorno "jamesbondniano" de los personajes.

El extraño caso de esta aventura corta, que a mi me llevó de cabeza, vino por su modo de publicación. Lo tenía en un Olé, y comprendía cuatro páginas. Pero claro, mirando las indicaciones numerales, de la 4-b pasaba a la 6-a. Dos páginas se habían quedado en el tintero. Una de tres, o mi edición de Olé estaba incompleta por alguna mano negra que arrancó la página, o hubo un error de imprenta que provocó ejemplares defectuosos con una página de doble cara menos, o los responsables de maquetación decidieron prescindir de esas dos páginas para que cuadrase el ejemplar. Mucho tiempo después el Super Mortadelo que contenía la historieta me demostró que eran 6 las páginas, por supuesto, y que las dos que había dejado de leer eran igual de geniales que el resto.