Jaume Ribera, Jesús de Cos, Miguel Ratera, Ramón María Casanyes... Todos guionizaron historietas apócrifas de Mortadelo, dibujándolas algunos de ellos. Eran escritores en la sombra, en ciertas ocasiones acreditados junto al título de la aventura. Pero hay un escritor que aportó su granito de arena a Mortadelo, y del que apenas se ha hablado, al no acreditarse en muchas ocasiones: Julio Fernández, de quien Ibáñez dio buena cuenta caricaturizándolo en algunas historias de Mortadelo.
Les ofrezco en dos entradas un breve semblante escrito rebosante de humor por Armando Matías Guiu, por un lado, y una entrevista de éste al propio Julio Fernández, ambos reportajes aparecidos en el Bruguelandia número 6 (Diciembre 1981). Material interesante para (re)conocer más a un autor que se merece todos los elogios por su trabajo inabarcable y de calidad.
Les ofrezco en dos entradas un breve semblante escrito rebosante de humor por Armando Matías Guiu, por un lado, y una entrevista de éste al propio Julio Fernández, ambos reportajes aparecidos en el Bruguelandia número 6 (Diciembre 1981). Material interesante para (re)conocer más a un autor que se merece todos los elogios por su trabajo inabarcable y de calidad.
El guionista es un señor que vive en la sombra, como si estuviera dibujado a lápiz.
El dibujante, por el contrario, está pasado a tinta y pintado a color.
El lector corriente, por lo general, ignora todo del guionista, hasta el nombre. Cree que el dibujante se lo hace todo. Y, a veces sí, pero a veces no.
En términos generales, para el cómic en serio, detrás de una buena historia dibujada por un buen dibujante, hay un buen guionista. Un buen dibujante sin una buena historia detrás no logra desenvolverse bien.
Julio Fernández vive detrás de sus voluminosos bigotes, protegido por sus seudónimos. Para cada género, una personalidad distinta. Su seudónimo más generalizado es Carlos Mendizábal. Pero ha firmado muchas historias como Héctor Valdés, o como Alan Barry, policíacos y aventuras sentimentales. Para las aventuras del oeste, el "saca rápido, Flanagan", lo firma como Hondo Layne.
Los guiones infantiles los firma como Kayruzán, que suena a personaje de cuento oriental. A sus relatos humorísticos les da ya parte de su nombre:añgunos los firma como Julius. Pero los cuentos de humor que quincenalmente publica en "Mortadelo Especial" los signa con su nombre completo. Los guiones de humor, también. Bueno, el pone, simplemente, J. F., pero las rotulistas a máquina le añaden el "ernández" que le falta a la F solitaria.
J. F., como los personajes célebres en los telefilmes americanos, es un hombre "leído, esvribido y vivido". Castellano viejo, nació en Logroño, donde las pastillas de café con leche, aunque muy pronto se trasladó a Zaragoza y de allí a Francia, para irse a Barcelona donde se quedó y sigue, con largas ausencias, porque es un viajero empedernido.
Empezó joven, muy joven a escribir.
Y a pegar.
Una faceta que sus admiradores desconocen es que fue boxeador amateur. Y llegó a ser campeón regional de los pesos gallo y pluma en dos años consecutivos. Pero antes aún, había jugado al rugby y estuvo en el equipo de hockey sobre patines del Rayo de Zaragoza, y luego entrenó a un equipo de baloncesto femenino en Burgos.
O sea que hay que tratarle con respeto para que no se enfade y nos suelte una torta de KO, a la primera.
También fue entrenador del equipo de fútbol de Editorial Bruguera hace unos años.
El deporte siempre ha estado muy ligado a él; el deporte y el dibujo, porque aunque escribía comedias a los once años -que se representaron en Zaragoza- lo que a él le gustaba era dibujar. De niño era el terror de la casa. Como cayera en sus manos un carboncillo se ponía a dibujar en cualquier parte, que no solía ser, precisamente, un papel. Pero ya se sabe que los artistas deben sufrir reveses antes de alcanzar la fama.
Esta faceta como dibujante le ha permitido imaginar mejor sus historietas, crear situaciones posibles, no como los guionistas que meten varios movimientos simultáneos en una misma viñeta con textos que se refieren a más de un momento, creando el desconcierto en el dibujante. Los guiones de Julio Fernández suelen ser ajustados, tanto de situación, como de diálogo. Los "serios" van llevando a la situación "in crescendo", ganando suspense, si son policíacos, y emotividad si son sentimentales, hasta el desenlace.
En sus guiones de humor trabaja el personaje, le da una psicología, una personalidad, unas motivaciones y reacciones. Un buen ejemplo de ello son "Maff y Osso".
El dibujante, por el contrario, está pasado a tinta y pintado a color.
El lector corriente, por lo general, ignora todo del guionista, hasta el nombre. Cree que el dibujante se lo hace todo. Y, a veces sí, pero a veces no.
En términos generales, para el cómic en serio, detrás de una buena historia dibujada por un buen dibujante, hay un buen guionista. Un buen dibujante sin una buena historia detrás no logra desenvolverse bien.
Julio Fernández vive detrás de sus voluminosos bigotes, protegido por sus seudónimos. Para cada género, una personalidad distinta. Su seudónimo más generalizado es Carlos Mendizábal. Pero ha firmado muchas historias como Héctor Valdés, o como Alan Barry, policíacos y aventuras sentimentales. Para las aventuras del oeste, el "saca rápido, Flanagan", lo firma como Hondo Layne.
Los guiones infantiles los firma como Kayruzán, que suena a personaje de cuento oriental. A sus relatos humorísticos les da ya parte de su nombre:añgunos los firma como Julius. Pero los cuentos de humor que quincenalmente publica en "Mortadelo Especial" los signa con su nombre completo. Los guiones de humor, también. Bueno, el pone, simplemente, J. F., pero las rotulistas a máquina le añaden el "ernández" que le falta a la F solitaria.
J. F., como los personajes célebres en los telefilmes americanos, es un hombre "leído, esvribido y vivido". Castellano viejo, nació en Logroño, donde las pastillas de café con leche, aunque muy pronto se trasladó a Zaragoza y de allí a Francia, para irse a Barcelona donde se quedó y sigue, con largas ausencias, porque es un viajero empedernido.
Empezó joven, muy joven a escribir.
Y a pegar.
Una faceta que sus admiradores desconocen es que fue boxeador amateur. Y llegó a ser campeón regional de los pesos gallo y pluma en dos años consecutivos. Pero antes aún, había jugado al rugby y estuvo en el equipo de hockey sobre patines del Rayo de Zaragoza, y luego entrenó a un equipo de baloncesto femenino en Burgos.
O sea que hay que tratarle con respeto para que no se enfade y nos suelte una torta de KO, a la primera.
También fue entrenador del equipo de fútbol de Editorial Bruguera hace unos años.
El deporte siempre ha estado muy ligado a él; el deporte y el dibujo, porque aunque escribía comedias a los once años -que se representaron en Zaragoza- lo que a él le gustaba era dibujar. De niño era el terror de la casa. Como cayera en sus manos un carboncillo se ponía a dibujar en cualquier parte, que no solía ser, precisamente, un papel. Pero ya se sabe que los artistas deben sufrir reveses antes de alcanzar la fama.
Esta faceta como dibujante le ha permitido imaginar mejor sus historietas, crear situaciones posibles, no como los guionistas que meten varios movimientos simultáneos en una misma viñeta con textos que se refieren a más de un momento, creando el desconcierto en el dibujante. Los guiones de Julio Fernández suelen ser ajustados, tanto de situación, como de diálogo. Los "serios" van llevando a la situación "in crescendo", ganando suspense, si son policíacos, y emotividad si son sentimentales, hasta el desenlace.
En sus guiones de humor trabaja el personaje, le da una psicología, una personalidad, unas motivaciones y reacciones. Un buen ejemplo de ello son "Maff y Osso".
Armando Matias Guiu
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