Cuando apenas quedan unos meses para conmemorar el 50 aniversario de Mortadelo y Filemón, Ibáñez quiso hacer lo propio con el personaje creado en 1956 por Victor Mora y Ambrós, y cuyo aniversarió se celebró el año pasado. Bajo el bramido del trueno fue publicado primero, como es constumbre editorial, en la colección magos del humor, en tapa dura, y este mes de marzo de 2007 bajo el auspicio de Olé, en su número 176.
Nos encontramos ante una aventura atípica en cuanto a la parte gráfica de la misma, pero con gags e hilo argumental ya visto en numerosas ocasiones. Se echa en falta la separación de capítulos, de cuando Mortadelo se publicaba en su propiea revista. Esta pausa le daba cierta agilidad y fluidez en la lectura, algo que se ha perdido hace tiempo. Para organizar una historia de 44 páginas, al estilo europeo, sin cortes, se debería tomar como referencia a buena parte de la escuela francesa y belga. Y sinceramente, si Ibáñez echara mano de un co-guionista o co-argumentista no pasaría nada. El caso es que el hilo argumental de Bajo el bramido es tan fino, que la cosa no se sostiene de ninguna de las maneras.
He aquí el argumento: El Capitán Trueno, con su amada Sigrid y sus secuaces Crispín y Goliat, tienen como enemigos a unos tipos clavaditos a los de la plantilla de la TIA, Mortadelo, Filemón, Super, Bacterio y Ofelia. Estos se toman un bebedizo que les lleva en el tiempo para huir de los buenos. Y al seguir su ejemplo, Trueno y los demás son llevados a la sede de la TIA, donde provocarán situaciones confusas, gags de golpetazo y tentetieso, y más de lo mismo. Cuando la situación se aclare, se les intentará retornar a su época. Y bueno, más o menos, esto es todo.
Se incluye la introducción que recuerda épocas pasadas, en la que Ibáñez nos habla de las cruzadas, y nos describe someramente a los personajes de Ambrós. Después, una vez que se mezclan los personajes, la situación se vuelve repetitiva, con reparto de tortas entre unos y otros (a excepción de Sigrid y Mortadelo, provocando una lectura cansina. Los mejores mometos del tebeo llegan cuando, una vez aclarada la situación, los agentes se disponen a buscar a los otros tipos del periodo cretáceo (así los llaman). Hay un par de gags, cuando los meten en la carcel y el Super va a interceder, que recuerdan tiempos mejores. A mi al menos me hicieron gracia. Luego se echa mano de un elemento ya muy gastado, la máquina del cambiazo, creando situaciones que no tienen nada de nuevo. Y así se llega al final del álbum, 44 planchas que no pasarán al recuerdo.
Se incluye la introducción que recuerda épocas pasadas, en la que Ibáñez nos habla de las cruzadas, y nos describe someramente a los personajes de Ambrós. Después, una vez que se mezclan los personajes, la situación se vuelve repetitiva, con reparto de tortas entre unos y otros (a excepción de Sigrid y Mortadelo, provocando una lectura cansina. Los mejores mometos del tebeo llegan cuando, una vez aclarada la situación, los agentes se disponen a buscar a los otros tipos del periodo cretáceo (así los llaman). Hay un par de gags, cuando los meten en la carcel y el Super va a interceder, que recuerdan tiempos mejores. A mi al menos me hicieron gracia. Luego se echa mano de un elemento ya muy gastado, la máquina del cambiazo, creando situaciones que no tienen nada de nuevo. Y así se llega al final del álbum, 44 planchas que no pasarán al recuerdo.
Parece que Ibáñez, a estas alturas, no pueda desencorsetarse de su propia manera de narrar historias, la acumulación de chascarrillos sin dar respiro, y esto, antaño genial, se ha vuelto en su contra. ¿Cuantas veces aparece en el álbum el "chiste" de Crispín chivándose y recibiendo a cambio?. Repetir situaciones, para remarcar algo, es una fórmula muy usada en la comedia, clásica o no, pero aquí se abusa de ello hasta el desespero. La casquería campa por sus anchas. Parecía que el lenguaje de los personajes había tocado fondo en números anteriores, pero aquí, con expresiones como: "¡Muérdale los cataplines!-Una mierdica-Toma culo", entre muchos otros, es el acabose. Un lenguaje y unas situaciones, cuerno va cuerno viene, que más parecen sacados de una película de Mariano Ozores, el de Esteso y Pajares, que de una comedia pícara, vodevil o como quiera llamarse. De hecho, en los casi 50 años de vida del personaje, no recuerdo una viñeta como ésta:
¿Se ha visto Mortadelo en otra como ésta?
Como no todo ha de ser malo, ya me referí antes a que el tercio final del álbum retoma ligeramente el vuelo, con chistes, que aún conocidos, tienen más gusto. La aparición de Mora e Ibáñez también es digna de destacar, y los juegos de palabras que el Capitán Trueno hace con los "santos" (aunque al cabo termina cansando). La mención de políticos contemporáneos es un aspecto que personalmente me disgusta, aunque supongo que para algunos no dejará de tener gracia.Qué decir del apartado gráfico. En la portada de Magos del Humor se añade la firma de Ambrós, en cambio en el Olé 176 no. Supongo que Ibáñez se olvidó. Los "monos" del Capitán y compañía, cortados y pegados de sus historietas, resultan pasables, aunque en la mayor parte de los dibujos se le han añadido rasgos Ibáñezcos, que en algunos sitios "cantan" demasiado y en otros me recuerdan a las páginas de humor temático que guionizaba Goscinny y dibujaba, entre otros, Gotlib o Uderzo (salían publicadas en las revistas de Grijalbo, y mucho antes en el Gran Pulgarcito de finales de los 60).
Es de suponer que Ibáñez ha usado un "negro" que le ha hecho el trabajo sucio, de buscarle las posturas adecuadas entre todos los cuadernos del aventurero. El contraste es singular, aunque espero que este sea un caso aislado, más nos vale. El dibujo en sí de ibáñez no es malo, cuatro álbumes al año procuran que aparezca detallado, pero sigue la tendencia de los personajes desproporcionados de gran cabeza. El entintado es correcto. El color, para salir del paso. La viñeta en la que Mortadelo se autodenomina Ronaldinho y aparece con el uniforme de la selección española, es para premiar al colorista por su amor y dedicación.
En resumen, y siendo benévolo, un álbum que no pasará al recuerdo y que certifica la decadencia de autor y personajes, pero que se lee rápido y proporciona momentos de esparcimiento al lector. Como debe ser.
Es de suponer que Ibáñez ha usado un "negro" que le ha hecho el trabajo sucio, de buscarle las posturas adecuadas entre todos los cuadernos del aventurero. El contraste es singular, aunque espero que este sea un caso aislado, más nos vale. El dibujo en sí de ibáñez no es malo, cuatro álbumes al año procuran que aparezca detallado, pero sigue la tendencia de los personajes desproporcionados de gran cabeza. El entintado es correcto. El color, para salir del paso. La viñeta en la que Mortadelo se autodenomina Ronaldinho y aparece con el uniforme de la selección española, es para premiar al colorista por su amor y dedicación.
En resumen, y siendo benévolo, un álbum que no pasará al recuerdo y que certifica la decadencia de autor y personajes, pero que se lee rápido y proporciona momentos de esparcimiento al lector. Como debe ser.
9 comentarios:
De acuerdo en casi todo, Mortadelón, aunque creo que has sido muy generoso con el álbum.
Y sí...no lo había pensado pero llevas razón: Mortadelo no se había visto en tan buenas tesituras con las féminas en sus 50 años.
Lamentablemente tengo que decir que es el peor tebeo de Mortadelo que he leido.
Una pena de lo que podia haber sido un merecido homenaje al CAPITÁN TRUENO.
Quizás si Ibañez dibujara solo uno o dos albumes al año podria mejorar la calidad que va perdiendo ultimamente.
(Y que conste que soy un gran admirador de Ibañez-Mortadelo)
Oye Crucis un corrección.
Creo que las caras esas del Capitán trueno y comapañía que dices imitan a Giscinny creo que a quien imitan (o copian) es a Gotlib.
Otro autor de la escuela franco-belga.
Me refiero a las historietas con guión de Goscinny, y dibujo de varios, Gotlib entre ellos, por supuesto, que es a quien más se parece.
He aquí el sitio oficial de este genial autor:
http://www.marcelgotlib.com/
Totalmente de acuerdo con el análisis. El "no-poder-más" fue la viñeta de Mortadelo "empujando con pan". Me pareció tan blasfemo como haber dibujado a un santo liándose un cigarro en un botellón.
Y eso, estando a unos poco meses del 50 aniversario... ¡Miedo me da!
Ibáñez va camino de parecerse a Vázquez hasta en el ocaso: sexo y casquería para parar trenes.
Pero, con diferencia, el Vázquez ochentero y noventero (¡Vámonos al Bingo! es un ejemplo) es mucho más disfrutable que este Ibañez haciendo este álbum.
Salovo, te doy toda la razón en eso.
Sinceramente, aunque haga mencion de politicos contemporaneos, son las 3 primeras paginas, las que para mi, merecen realmente la pena y pocos gags. Este album no pasara al recuerdo, por supuesto, podria haberlo hecho mejor y a su manera.
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