La máquina de hacer mortadelos

Antoni Bancells da respuesta a las preguntas formuladas en los "chivatazos" de la anterior entrada.
Poco puedo añadir a sus explicaciones, reveladoras todas ellas. Nuevamente agradecerle toda la colaboración prestada. Parece que al fin el misterioso tema de los "negros" de Ibáñez dejará de serlo.

Trataré de contestar algunas de las preguntas formuladas, aunque muchas de ellas, debo confesarlo, las desconozco. Cuando abandoné Bruguera, en el año 1977, desconecté absolutamente de este tema, para centrarme en Disney y por lo tanto no puedo hablar de lo que ocurrió después de esta fecha.

Muchas preguntas van por el mismo camino y voy a generalizar un poco, tratando de no repetir cosas ya contadas anteriormente.

El equipo constaba, como dije, de unas quince personas aproximadamente. Habían ente ellas algunos dibujantes, jóvenes, pero profesionales. El resto eran pasadores a tinta, que se dedicaban, además de las producciones de nuestros mortadelos, sacarinos, etc... a entintar trabajos de otros dibujantes como Escobar, Segura, Martz Schmidt, Raf ,etc...de aquí viene que este último firmara a veces con el nombre de ”Raf y equipo”, como reconocimento al trabajo de estos entintadores, y eran muy frecuentes sus visitas al estudio para dar consejos a los dos muchachos que trabajaban con sus páginas. Por supuesto, sus visitas eran muy apreciadas, ya que se trataba de una persona excelente y un buen amigo, aparte de un artista genial.
Toda la gente del estudio, quiero repetirlo, estaba en la nómina de Bruguera y cobrábamos un sueldo a final de mes, por lo que estábamos a las órdenes de la empresa para lo que hiciera falta,dentro de nuestro trabajo, claro.
Estábamos ubicados al fondo de una gran nave, compartiendo espacio con el resto de la gente del departamento de redacción de la editorial, los redactores o directores de revista, como Julio Fernández, Armando Matías Guiu, Montserrat Vives y algunos más. Ellos nos proporcionaban, a veces guiones para nuestros mortadelos, aunque en muchos casos (el mío por ejemplo) éramos nosotros mismos quienes los confeccionábamos.
Estos redactores, también empleados de la casa, realizaban a menudo sus guiones fuera de sus horarios laborales, cobrándolos como colaboración. Este no era mi caso en el tema de los mortadelos, pero sí en el de Tribulete y Doña Urraca, ya que dibujaba estas páginas como colaborador, haciéndome yo mismo los guiones.
Sagasty, también compartía espacio entre nosotros, pero no pertenecía a nuestro grupo. Él tenía un solo ayudante para el color y realizaba diseños, ilustraciones y portadas. Cuando dije que sus mortadelos eran lentos y que no era dibujante de cómics, me refería a que su posible producción de páginas de cómic no hubiera sido rentable, dado su sueldo bastante elevado, para la Editorial, cosa absolutamente lógica y comprensible. Aclarar también que era el propio Sanchís (hombre con un gran sentido del humor), quien decía: ”Mis mortadelos parecen anacletos, están abollados...”

A Kaximpo quiero contestarle que nadie recortaba, ni pegaba, ni rellenaba huecos...como dije antes,los ”negros” dibujantes, éramos ante todo profesionales. Cuando cerró Bruguera, este trabajo salió a la calle y se diversificó a través de agencias, estudios etc..y fue entonces cuando apareció la verdadera basura. Nuestras páginas (considerémoslas, si quereis, como basura también) tenían una calidad regular, eran revisadas y controladas y ante todo, al ser realizadas por un equipo que tenía el sueldo asegurado a final de mes, no estaban hechas con prisa.
Algunos trabajos hechos posteriormente y debido al bajísimo precio que se podía cobrar por ellos,fueron realizados sin demasiados miramientos y con un nivel de calidad que bajó radicalmente. Quiero exceptuar el trabajo de Casanyes, de un gran nivel o el de Juan Manuel Muñoz, entre otros.

¿Y porqué no se citaban los nombres de los autores? Esta era una costumbre muy habitual, que todavía se sigue utilizando en otras editoriales. Cuando comencé en Disney ocurría lo mismo, no como ahora. A nosotros, personalmente, nos importaba un rábano que pusieran nuestro nombre en dichos trabajos. No habíamos creado estos personajes y por lo tanto no eran nuestros... en mi caso, tampoco ponían mi nombre en mis colaboraciones con Tribulete y Urraca, cosa que no me importaba , ya que yo no era el autor de los personajes y tampoco podían poner el nombre de Ibáñez, Cifré, Jorge, etc... en unas páginas que no habían dibujado ellos. No olvidemos, no obstante, que Bruguera era la propietaria de estos personajes. Cuando un dibujante colaborador entraba en Bruguera se le obligaba a firmar un contrato, en el que cedía todos los derechos a la editorial y por lo tanto, esta podía utilizar todas las veces que quisiera estos personajes, sin que el autor viera una peseta por ello. Si no aparecían nombres de autores, era por que a los responsables de la editorial les parecía mejor así... en todo caso habría que trasladarles a ellos la pregunta.

El sistema de hacer mortadelos estaba basado, claro está, en calcar. Pero no se trataba de calcar simple y llanamente. Teníamos acceso a cualquier original, fuera de Ibáñez, o de cualquier otro autor y el proceso consistía en utilizar los dibujos de los personajes originales como boceto, o esqueleto, para moverlos posteriormente. Para ello había que ser dibujante, ya que aunque parezca fácil, no lo era. Una página no se compone tan solo de monigotes. Hay que enfocar, hacer perspectivas, crear movimiento y sobre todo en el caso de Ibañez, simplificar, ”decorar” y repartir espacios, cosas en las que él siempre ha sido un maestro consumado y esta es una de las principales razones por las que sus páginas son muy atractivas y de un altísimo nivel gráfico.

Diseñé unas calcadoras (absolutamente simples) que construyó un empleado de la editorial, llenamos el estudio de estos artilugios ¡y a por ello...!
Y repito, aunque parezca fácil, vi a muchos que lo intentaron y no lo consiguieron.

Y como curiosidad, quisiera que observarais las fotos del interior del estudio Bruguera. En ellas, además de una de las famosas calcadoras, se puede apreciar las ”paredes” acristaladas de separación de espacios. Si observais cualquier historia del botones Sacarino, podreis verlas constantemente. Ibáñez creó este personaje situándolo en la redacción de Bruguera y el personaje del director debía ser el Sr. González. El autor presentó unos bocetos a éste con su caricatura y fueron rechazados tajantemente... aunque se coló alguno.

Quiero repetir de nuevo, que las preguntas que no he contestado es porque simplemente las ignoro y quisiera que quedara claro sobre todo, que todos los dibujantes que participamos en aquellos años en aquel invento, estamos muy orgullosos de haberlo llevado a cabo y de paso, haber conseguido poner, si cabe, un granito de arena más a la popularización y difusión del trabajo del gran Ibáñez.